El origen de las caras de Bélmez se remonta a 1971, año en el que surgieron unas caras misteriosas en el suelo de una casa en Bélmez de la Moraleda (Jaén, España), en la calle Real, número 5; un pueblo de menos de 2.000 habitantes situado en el parque natural de Sierra Mágina.
La primera noticia sobre este fenómeno parapsicológico apareció publicada en un diario local en noviembre de 1971. Una vecina de Bélmez, María Gómez Cámara, de 52 años, aseguraba que el día 23 de agosto descubrió en el suelo de su cocina una gran mancha con forma de rostro humano y salió a avisar a sus vecinas, cinco días más tarde se raspó la supuesta cara y un albañil echó yeso sobre ella. Pero, según las declaraciones de los testigos, reapareció días más tarde. Era un rostro de hombre, con los ojos y la boca abiertos, y largos trazos oscuros como si fueran bigotes. En los días siguientes aparecieron en el suelo de la cocina y el pasillo nuevos rostros, que aparecían y desaparecían, se desplazaban o se transformaban en otros.
Al tratar la veracidad de este fenómeno los periódicos se posicionaron en posturas opuestas. Unos defendían la autenticidad del suceso y otros lo catalogaban como un fraude. Debido a la repercusión mediática, empezaron a llegar personajes famosos del mundo de la parasicología. Además, quienes defienden este hecho dicen que hablar de las caras supone hablar del fenómeno paranormal más llamativo del siglo XX. Es un fenómeno social que ha movido a las masas y que ha sido publicado en los medios de comunicación, algo que no ocurre con muchos hechos inexplicables. Ha acabado por convertirse en un clásico del periodismo del misterio porque por muchas veces que borraban las caras con estropajo y lejía, los dibujos volvían a aparecer, asustando al personal con sus gestos doloridos y crispados.
A partir de 1972, el fenómeno sufrió una bajada tanto de interés mediático como de turismo. María Gómez falleció en febrero de 2004. Tras su muerte, Pedro Amorós, presidente de la Sociedad Española de Investigaciones Parapsicológicas (SEIP) intentó averiguar si había más teleplastias (fenómenos paranormales que consisten en la aparición en paredes, pisos o cualquier otro lugar inverosímil de imágenes humanas, animales o cualquier otra cosa) en la casa. La forma de las nuevas caras era más vaga, y su identificación como rostros humanos no era clara. Varios diarios acusaron al ayuntamiento de la localidad de haber fabricado las caras en esta nueva casa para explotarla turísticamente. La familia de María Gómez también ha sostenido que las caras no son negocio.
El ayuntamiento de Bélmez siempre ha rechazado las explicaciones que niegan el origen paranormal de las caras. En mayo de 2007 se publicó el polémico libro “Los caras de Bélmez”. En él intentan demostrar que el caso era un fraude desde el primer día, que todos los rostros habían sido pintados y que los principales investigadores habían manipulado los datos para mantener el misterio.
Algunos investigadores aseguran que el origen de las caras está unido a un antiguo cementerio medieval árabe del siglo XIII descubierto en el subsuelo de la cocina de la casa. En excavaciones realizadas hasta una profundidad de 2,8 metros poco después de la primera aparición, se pudo verificar la aparición de restos de huesos humanos. Otros afirman que la formación de las caras es un fenómeno ligado a una corriente de agua subterránea que discurre bajo el suelo de la casa, lo cual provoca que la humedad permita fijar las teleplastias de una forma más clara y precisa. La atención mediática sobre este fenómeno generó repercusiones sobre la familia y el pueblo.
Durante los 33 años en que María Gómez convivió con las caras, fueron muchos los que se acercaron a Bélmez para visitar la casa de María y ver personalmente los trazos en el cemento. Debido a las visitas se generó un fuerte aumento en el negocio de la restauración y de la hostelería en Bélmez. La vivienda permanece cerrada desde la muerte de la dueña en 2004 pero su hijo Miguel accede en ocasiones a enseñarla cuando le es posible.
Conclusión final
A raíz del misterio de las caras, Bélmez pasó de ser un pueblecito olvidado a ocupar titulares de prensa, abarrotarse de curiosos y beneficiarse del aumento económico que supuso aquella ola de turismo paranormal. Y algún beneficio obtendrían también los implicados: aunque María Gómez no cobraba por entrar en la casa, tampoco se negaba a recibir “la voluntad”, y pocos eran los turistas que no se llevaban de recuerdo alguna foto de las caras que vendía el fotógrafo del pueblo.
Posteriores análisis aseguraron que los rostros habían sido pintados con nitrato y cloruro de plata. El truco consistía en que estas sustancias reaccionan a la luz, y gracias a esto los retratos no eran visibles hasta tiempo después de haber sido pintados, y se aparecían poco a poco ante los ojos, sin que aparentemente hubiese intervenido ninguna mano humana en el proceso.
La comparación entre las caras de los años setenta y las de los años ochenta y posteriores demostró que la mano que las pintaba cambió. El cambio de estilo en las pinturas es notable. Los primeros rostros mostraban un perfil aceptable, con una gran expresividad y una técnica que era muy buena. Los que surgieron más tarde son mucho más simples, más infantiles. Probablemente este hecho contribuyó a que la popularidad de las caras de Bélmez fuera decayendo. Además, la novedad del misterio había pasado, y ni las apariciones de rostros conocidos (como los de Franco o Isabel Preysler) pudieron reavivar el interés de un público que se estaba aburriendo con lo mismo de siempre. Otros datos como los de las grabaciones de psicofonías, las sesiones de contacto con los espíritus y demás sólo sirvieron para sacar a la luz teorías cada vez más descabelladas, como la que vinculaba las caras con el cementerio sobre el que dicen que se construyó la casa, o la que asegura que son los rostros de la madre y las hermanas de María Gómez, o la que las relaciona con los muertos en el combate del Santuario de la Cabeza, en la Guerra Civil.
La conclusión que se puede sacar de este hecho inexplicable es que cada uno piense lo que quiera. Parece ser que después de tantos años no se ponen de acuerdo ni hay pruebas que demuestren si se trata de un fenómeno paranormal o no, por lo que el juicio de cada uno es el único capaz de asimilar si se cree estas historias de fantasmas o le deja futuras comprobaciones a la ciencia.
Al tratar la veracidad de este fenómeno los periódicos se posicionaron en posturas opuestas. Unos defendían la autenticidad del suceso y otros lo catalogaban como un fraude. Debido a la repercusión mediática, empezaron a llegar personajes famosos del mundo de la parasicología. Además, quienes defienden este hecho dicen que hablar de las caras supone hablar del fenómeno paranormal más llamativo del siglo XX. Es un fenómeno social que ha movido a las masas y que ha sido publicado en los medios de comunicación, algo que no ocurre con muchos hechos inexplicables. Ha acabado por convertirse en un clásico del periodismo del misterio porque por muchas veces que borraban las caras con estropajo y lejía, los dibujos volvían a aparecer, asustando al personal con sus gestos doloridos y crispados.
A partir de 1972, el fenómeno sufrió una bajada tanto de interés mediático como de turismo. María Gómez falleció en febrero de 2004. Tras su muerte, Pedro Amorós, presidente de la Sociedad Española de Investigaciones Parapsicológicas (SEIP) intentó averiguar si había más teleplastias (fenómenos paranormales que consisten en la aparición en paredes, pisos o cualquier otro lugar inverosímil de imágenes humanas, animales o cualquier otra cosa) en la casa. La forma de las nuevas caras era más vaga, y su identificación como rostros humanos no era clara. Varios diarios acusaron al ayuntamiento de la localidad de haber fabricado las caras en esta nueva casa para explotarla turísticamente. La familia de María Gómez también ha sostenido que las caras no son negocio.
El ayuntamiento de Bélmez siempre ha rechazado las explicaciones que niegan el origen paranormal de las caras. En mayo de 2007 se publicó el polémico libro “Los caras de Bélmez”. En él intentan demostrar que el caso era un fraude desde el primer día, que todos los rostros habían sido pintados y que los principales investigadores habían manipulado los datos para mantener el misterio.
Algunos investigadores aseguran que el origen de las caras está unido a un antiguo cementerio medieval árabe del siglo XIII descubierto en el subsuelo de la cocina de la casa. En excavaciones realizadas hasta una profundidad de 2,8 metros poco después de la primera aparición, se pudo verificar la aparición de restos de huesos humanos. Otros afirman que la formación de las caras es un fenómeno ligado a una corriente de agua subterránea que discurre bajo el suelo de la casa, lo cual provoca que la humedad permita fijar las teleplastias de una forma más clara y precisa. La atención mediática sobre este fenómeno generó repercusiones sobre la familia y el pueblo.
Durante los 33 años en que María Gómez convivió con las caras, fueron muchos los que se acercaron a Bélmez para visitar la casa de María y ver personalmente los trazos en el cemento. Debido a las visitas se generó un fuerte aumento en el negocio de la restauración y de la hostelería en Bélmez. La vivienda permanece cerrada desde la muerte de la dueña en 2004 pero su hijo Miguel accede en ocasiones a enseñarla cuando le es posible.
Conclusión final
A raíz del misterio de las caras, Bélmez pasó de ser un pueblecito olvidado a ocupar titulares de prensa, abarrotarse de curiosos y beneficiarse del aumento económico que supuso aquella ola de turismo paranormal. Y algún beneficio obtendrían también los implicados: aunque María Gómez no cobraba por entrar en la casa, tampoco se negaba a recibir “la voluntad”, y pocos eran los turistas que no se llevaban de recuerdo alguna foto de las caras que vendía el fotógrafo del pueblo.
Posteriores análisis aseguraron que los rostros habían sido pintados con nitrato y cloruro de plata. El truco consistía en que estas sustancias reaccionan a la luz, y gracias a esto los retratos no eran visibles hasta tiempo después de haber sido pintados, y se aparecían poco a poco ante los ojos, sin que aparentemente hubiese intervenido ninguna mano humana en el proceso.
La comparación entre las caras de los años setenta y las de los años ochenta y posteriores demostró que la mano que las pintaba cambió. El cambio de estilo en las pinturas es notable. Los primeros rostros mostraban un perfil aceptable, con una gran expresividad y una técnica que era muy buena. Los que surgieron más tarde son mucho más simples, más infantiles. Probablemente este hecho contribuyó a que la popularidad de las caras de Bélmez fuera decayendo. Además, la novedad del misterio había pasado, y ni las apariciones de rostros conocidos (como los de Franco o Isabel Preysler) pudieron reavivar el interés de un público que se estaba aburriendo con lo mismo de siempre. Otros datos como los de las grabaciones de psicofonías, las sesiones de contacto con los espíritus y demás sólo sirvieron para sacar a la luz teorías cada vez más descabelladas, como la que vinculaba las caras con el cementerio sobre el que dicen que se construyó la casa, o la que asegura que son los rostros de la madre y las hermanas de María Gómez, o la que las relaciona con los muertos en el combate del Santuario de la Cabeza, en la Guerra Civil.
La conclusión que se puede sacar de este hecho inexplicable es que cada uno piense lo que quiera. Parece ser que después de tantos años no se ponen de acuerdo ni hay pruebas que demuestren si se trata de un fenómeno paranormal o no, por lo que el juicio de cada uno es el único capaz de asimilar si se cree estas historias de fantasmas o le deja futuras comprobaciones a la ciencia.